Capricho español

NO SÉ cómo les irá al resto de los países en la UE, pero si es como a nosotros o a Portugal (que, mirados frente al mapa, somos –supongo que por casualidad– la extrema izquierda), también supongo que al final del verano la UE no existirá. Vamos a ser sinceros. Puede hacerse un esfuerzo de estrechez, de acomodamiento, incluso de cambio por caprichos o adaptaciones, para incorporarse a un cuerpo superior en funcionamiento. Yo revisé la Constitución de la UE (por petición de la ministra de Presidencia) y me pareció un gazpachuelo de sabor ligero y agradable; algo familiar, simpático a la vez que instructivo. Las cosas no han ido lo mejor posible, y el gazpachuelo nos ha ido cayendo como un tiro. Pero la verdad es que, a estas horas, o gazpachuelo o nada. Y la verdad más grande: al sitio donde se fabrica el gazpachuelo se ha ido lo más vistoso y lo menos trincón de cada partido. Y al irse, aquí, además, han dejado los restos y los trepas. ¿Dónde están los mejores? Se habrán establecido por su cuenta. Al parecer, así lo insinúan los restos de partidos –ya gobernantes, ya a la espera– que cohabitan en la triste Península. Estamos hasta la coronilla de ellos: cuanto más poderosos, más trincones. Después de y antes de. Que le pregunten a uno que está preso: más fácil, imposible.